Para mí es súper enriquecedor conocer las experiencias de cómo va el plan financiero de mis clientes. Les cuento…
Una amiga que me contrató una asesoría personalizada llegó a la reunión con sus hijos, y eso me dio mucha emoción. Días después, haciendo seguimiento a su plan, me contó algo que me pareció muy constructivo, su hijo menor, de 14 años, es el más antojado cuando se trata de comidas fuera de casa, y ella tuvo la genial idea de encargarle el control del presupuesto familiar destinado a esos planes.
Sí, el de los antojos —el que siempre decía “mamá, ¿Podemos comer tal cosa?”— ahora es quien decide cuándo y cómo se usa ese dinero, logrando una gran oportunidad de aprendizaje real para su joven adolescente. Su hijo mayor también tenia una responsabilidad relacionada con los ahorros.
Me encantó esa práctica, una excelente forma de educación financiera, con aprendizaje verdadero sobre las consecuencias, hay un par de caballeros formándose desde casa en el buen manejo del dinero.
Lo cierto es que a mí, y a muchos de nuestra generación, nunca nos enseñaron eso. Hablar de dinero era casi un misterio. Personalmente crecí viendo al “Dios proveerá” como parte de la dinámica financiera en casa de mis padres.
Y cuando llegaron mis propias tarjetas y mis deudas, entendí cómo era la realidad. Obvio, Dios no era el millonario que vive en el cielo. Las deudas son compromisos de pago que, mal manejados, generan mucha ansiedad.
Las deudas son compromisos de pago que, mal manejados, generan mucha ansiedad.
En resumen, aprendí —y muchos de nuestra generación aprendimos— por prueba y error, más errores que pruebas, para ser sinceros.
Por eso, cuando veo a padres que desde temprano involucran a sus hijos en decisiones financieras, me parece definitivamente un regalo.
Administrar dinero se aprende viviendo el proceso:
- Saber que la fuente principal del dinero es el trabajo.
- Decidir en qué gastar y en qué no.
- Reconocer el valor de administrar bien lo que se tiene.
- Planificar para que alcance.
- Y, sobre todo, asumir responsabilidad.
Ojalá todos hubiéramos tenido esa oportunidad. Aunque nunca es tarde, si no nos enseñaron de chicos, podemos aprender y aplicar ahora. Finalmente, la educación financiera no es un tema de números, sino de hábitos, conciencia y propósito.
Educar en finanzas no es hablar de dinero, es enseñar a decidir.
Con gratitud y dedicación.
FD